Aveces uno sólo piensa en lo de allá, en lo de acá y en lo de ahora. En lo de ayer ya nadie cree. Pocos miramos la taza de café y otros menos la figurillas que forma el humo del cigarro que nos indujo le vicio. Muy pocos ven la mirada perdida del ser que va en cuatro patas. Algunos dejaron de disfrutar la música que emiten las ruedas debajo del pedazo de madera sobre el pavimento.
Poco se habla de lo que queda fuera y mucho de lo que se lee dentro. Allí tienes un grupo de gente mostrando un cara falsa en ciento-cuarenta caracteres y otros más en imágenes digitalizadas con títulos absurdos y camisas rosas, tal vez y sólo tal vez, hasta autos de lujo.
Pocos se han detenido a admirar la cara de los menos afortunados, pese a que lleven un dispositivo electrónico de última generación en el bolsillo, la constante del mundo se viene abajo, y tú, tú me dejaste de mirar, tal vez yo hice lo propio, pero ¿quién no es lo suficiente egoista como para sufrir por gusto? Tenemos grupos y grupos de xonofóbicos por la calle queriendo dejar de serlo, dejando un kilo de pesimismo envuelto en plástico y otros más dicen la verdad al aire y por eso son castigados. Pero no es el primero, ni será el último que la verdad le cueste la felicidad, a ti también te ha costado.
Hay paredes llenas de arte que se vienen abajo con el soplido del más débil. Y si buscamos bien en la nota final, encontramos un sonido conocido, sabemos qué nota sigue y porqué esta allí. Poco importan las ganas de vivir. La constante ahora es una variable, lo malo es que no es sustituible. Ya no está el que cambio el beso por la revolución y mucho menos el que dejó la vida por la de los otros, el cura mental se ha ido y nos dejó un sin fin de simios pensantes con camisas blancas y cuellos almidonados.
El líder socio-espiritual está detrás del avatar, el líder real está escondido entre la cultura pop y el consumismo. El pretencionismo está pasando de moda y ellos ni enterados. El vacío ahora se carga en dos megas de velocidad. La repetición dejó de ser importante y dos consonantes de apodo mueven más que cientos de balas directo al 'futuro' del país.
El arte audio-visual se olvida con el próximo gran estreno, dejó de importar la historia por la historia detrás de la historia, pesa más el apellido con nombre que el hombre sin apellido. Y ya qué se puede decir del grupo de canciones bajó el mismo manto. Está olvidado.
Pero es tan rápida la vida, tan simples los detalles, tan fácil atinar el plástico dentro de un orificio de cemento. Dejamos todo siempre de lado, el papel por lienzos digitales, lo lienzos nos los hicimos más pequeños, y los infinitos ya no se leen. El formato cambia, y cambia tanto y tan pronto que en algún tiempo, los poemas serán escritos en 10 caracteres, sin principio ni fin. Y las imágenes, pues ésa fusión de colores sólo servirá de recuerdo para cuando aún nos interesaba la línea sobre la que andábamos.
Si esas letras fueran balas...!
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